El horror vivido en el SVC, MVC, FMR y SPD ha dejado por mucho tiempo, a gran parte de las víctimas en silencio y a lo largo de los años podemos decir, ahora después de las expulsiones que el trauma se ha configurado como colectivo. En estos casos, toda la sociedad sufre este dolor y esta historia parece no tener fin. Esta atrocidad institucionalizada sigue dividiendo sus comunidades, familias, la sociedad, e incluso la iglesia.
Escribo este texto para relacionar los ultimos acontecimientos a mi primer
texto que lo publiqué aquí en mi blog con el siguiente título: “El silencio que
hiere: la omisión y el desmentido en casos de abusos psicológicos y sexuales.”
En el texto (bastante técnico) intenté explicar el concepto del DESMENTIDO o
NEGACIÓN (Verleugnung) del psicoanalista Sándor Fereczi como estando en la base
de la experiencia de revictimización. (recomiendo que lo leas)
Éste es un fenómeno muy presente en la
historia de traumas replicados y promovidos por el Sodalicio, a través de la
persona del fundador Luis Fernando Figari, pero no solo por él. Toda la
generación fundacional estuvo marcada por la dinámica de abuso y negación.
Desde sus inicios estuvo instaurada la dinámica de realizar actos ilícitos y
luego involucrar a las personas en la lógica y prácticas de desmentir y
descreditar a la gente, perpetuado un sistema de complicidad y encubrimiento.
Fue en este clima socio emocional tóxico donde se estructura la supuesta
espiritualidad sodálite.
Escribo este análisis desde la perspectiva
psicológica y psicoanalítica, con base en el pensamiento desarrollado en mi
artículo, pero principalmente a partir de mi experiencia como sobreviviente.
Sí, somos sobrevivientes, como los viejos
veteranos de guerra, regresamos de las batallas traumatizados, algunos enmudecidos
y ya no queremos ser soldados. En este sentido, sabemos que, a pesar de la
dimensión de lo irrepresentable traumático, muchos de nosotros hemos puesto
palabras rechazando ser silenciados en nuestras narrativas. La apuesta por
tratamientos terapéuticos, manifestaciones culturales literarias o artísticas,
investigaciones periodísticas y otras labores son los medios que muchos de
nosotros hemos utilizado en esta trayectoria para resistir al mutismo que se
nos imponía, ya sea por subordinación a la institución o por el síntoma
paralizador del trauma. Esta reflexión que hago ahora es fruto del compromiso
ético con mi historia, así como con la de otras víctimas, por quienes me atrevo
a alzar la voz.
Detrás de la apariencia de orden
civilizatorio y religioso, se encontró en el seno fundacional del SCV un
funcionamiento utilitario y perverso de niños y personas adultas, a veces para
sus finalidades inmediatas de satisfacción sexual, a veces en la apropiación de
la vida, las conciencias y el trabajo de tantas personas en nombre de la
‘evangelización’, que en el fondo hoy nombramos proselitismo y manipulación de
masas en función de intereses políticos y económicos como lo explicó de forma
muy clara el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio en su reciente artículo para
El País.
Lo que queda claro para mí es que, así como
abusaron de la conciencia de personas comunes, niños, ancianos y jóvenes, en
ellas también abusaron de la propia Iglesia, sus representantes, sus
dogmas y sacramentos. Se apropiaron de lo sagrado para disfrazar sus
finalidades abusivas. En nombre de Dios realizaban actos desprecibles.
Sucede que, tras la potente denuncia e
insistente voz de Pedro Salinas y Paola Ugaz, su audacia investigativa JUNTO a
la persistencia de las víctimas en no dejarse callar, la Iglesia accedió a
darnos oído y acogida. Las instancias y metodologías seguras creadas por la
misión SB parecen haber incomodado y mucho a los superiores del sodalicio.
En los últimos dias hemos sido testigos de un
movimiento alarmante que busca silenciar las investigaciones. Esta iniciativa, que
busca sacar a la luz los casos de manipulación y abuso sexual en el Sodalicio
de Vida Cristiana, no es solo una búsqueda de justicia; es un intento de curar
heridas que la sociedad se niega a enfrentar. Sin embargo, la resistencia a
cualquier investigación revela una preocupación mayor: preservar las fuentes y
el destino del dinero de la institución y a la vez borrar una historia que debe
ser recordada y discutida, caiga a quien caiga.
Lo que vengo a enfatizar aquí y que ha sido
motivo de mi preocupación y necesidad de manifestación, es que LA NEGACIÓN
sigue siendo padrón de comportamiento, vigente y bajo efecto de difusión en
diferentes ámbitos de la sociedad en el momento presente. Por decir algunos:
1. Negacionismo de los acusados: postura de
no reconocimiento o de relativización y minimización de sus propios actos,
eximiéndose de sus faltas, fallas, excesos y omisiones en el transcurso de su
paso por la institución hasta las recientes declaraciones finales tras haber
sido expulsados y
2. Negando aceptar la determinación de
expulsión de la institución, mostrándonos sus discursos y posturas de
insubordinación a los métodos investigativos y dictámenes sancionados por la
propia Iglesia Católica.
3. Negación y divisiones por parte de
sectores de la sociedad civil y de feligreses católicos aún vinculados a esta
institución. Silenciando y desmintiendo los innegables e indiscutibles crímenes
perpetrados durante años por la institución, crímenes prescritos y crímenes en
investigación, dificultados por parte del juego de influencias y poderes que la
propia institución promueve y de los que muchos de estos vinculados serian
cómplices o partícipes de beneficios secundarios obtenidos en y a través de la
institución.
4. Negación y conflictos por parte de
clérigos y líderes eclesiásticos que pueden temer que la misión exponga casos
de abuso en sus diócesis, lo que podría llevar a consecuencias legales y una
pérdida de poder e influencia.
5. Negación por parte de organizaciones
políticas: Algunos grupos políticos se oponen a la misión por creer que
interfiere en sus agendas o por temer que la misión pueda crear inestabilidad
social y conflictos de intereses.
6. Negación por parte de algunas víctimas que
prefieren hablar apenas de las versiones parciales que privilegian algunos de
los acontecimientos para proteger las espaldas a unos u otros, olvidándose que
somos responsables por los daños generados a otras personas en este sistema de
contagio. Que algunos sean víctimas y victimarios no los dispensa de sus
responsabilidades con otras víctimas.
Lo que vengo a resaltar es que este
movimiento de negación, presente desde la fundación de la institución
investigada por la misión SB hasta el día de hoy, tipifica el modus operandi
de desmentir con indiferencia al sufrimiento de las víctimas. Enfatizo que
ahora, una vez más, están negando aquella que sería su propia autoridad. Si la
misión SB quiere investigarlos y reparar, cuidar a las víctimas, y las
autoridades del SVC se mantienen en el discurso de que están siendo
injustamente tratados, mantienen con esta postura la negación de lo ocurrido y
continúan promoviendo dentro y fuera de la institución una fuerte división e
intensos conflictos; postura completamente opuesta a la que dicen defender.
Esta evidente que hay aún una profunda identificación abusiva, prepotente y
autoritaria con la personalidad de su fundador y primer agresor.
Quiero recordar al lector la escena en la que
la periodista Paola Ugaz pregunta en Roma al propio Luis Fernando Figari sobre
los delitos cometidos y él responde que es inocente, pero si se observa con
atención, su gesto con la cabeza es de negación (https://www.youtube.com/watch?v=3o4JkM08x-4).
Ella pregunta: ‘- ¿se declara inocente?’ Figari responde a la periodista: ‘-
Sí, me declaro inocente, ¡totalmente inocente!’ Fíjese que mientras afirma esto
con la palabra, mueve la cabeza en gesto de negación en contradicción con su
palabra. Esa es la verdadera negación de Figari, paso seguido niega la
existencia de las víctimas: ‘-si es que hay víctimas.’ En este diálogo su
cuerpo revela, a través del gesto inconsciente de negar su inocencia, el ‘acto
fallido’ (el conocido desliz freudiano) en su máxima expresión para aquel que
puede ver la verdad sutilmente desvelada ante sus ojos. Para mí, ese
gesto comunica por sí solo lo que vengo argumentando.
Es necesario rechazar la continuidad de este
proceso de revictimización. Apostamos esperanzados, una vez más, conforme a las
reglas y cuidados de la Misión SB, a abrir nuestras viejas heridas, relatar las
escenas traumáticas vividas en la institución, ¿para que, por parte de la
institución, todo vuelva a ser relativizado y negado? ¿Y ahora, las autoridades
del sodalicio continuarán en silencio tras escuchar los discursos flamigerados
de uno de los miembros expulsados que insinúan descrédito y desmoralización de
las autoridades eclesiales? ¿Ahora están negando la autoridad máxima de la
Iglesia? Este comportamiento culmina en lo que vengo aquí relatar: Trauma
colectivo y negacionismo institucionalizado.
No estoy para la revictimización. Soy una
sobreviviente y mi vida ya está muy lejos de todo eso. Ojalá Francisco pueda
elucidar el desmentido institucionalizado, confirmar que cada una de las
víctimas estaban lucidas en rechazar este maltrato.
La misión "Scicluna-Bertomeu" es
crucial no solo para la Iglesia Católica, sino también para la sociedad civil
peruana y de toda América Latina, que anhela justicia y sanación. El éxito de
esta misión puede allanar el camino hacia una mayor responsabilidad dentro de
la Iglesia y un reconocimiento más profundo del dolor de las víctimas. La
Iglesia parece querer interrumpir un ciclo de abuso y así realizar una
reparación histórica no solo a las víctimas, sino a toda la humanidad.
De mi parte nunca necesité pedir reparación
económica por los traumas y violencias graves vividas, me retiré física y
emocionalmente con recursos próprios pero si solicité en conversaciones
privadas un pedido personalizado y público de disculpas por los abusos sufridos.
Ese pedido nunca llegó. La institución parece contar cómodamente con su
disolución por parte de la Iglesia para que no tengan que responsabilizarse ni moral
y mucho menos economicamente por los daños a las víctimas delante de la
sociedad. Parecen preferir su extinción a reconocer la Verdad. Literalmente: negarán sórdidamente hasta el fin.
Camila es educadora, psicóloga, psicanalista, esposa y madre. Sobreviviente de la cultura de abusos del SCV.
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