domingo, 20 de outubro de 2024

¿Familia sodálite? Abusos, trauma colectivo y negacionismo institucionalizado.

 

El horror vivido en el SVC, MVC, FMR y SPD ha dejado por mucho tiempo, a gran parte de las víctimas en silencio y a lo largo de los años podemos decir, ahora después de las expulsiones que el trauma se ha configurado como colectivo. En estos casos, toda la sociedad sufre este dolor y esta historia parece no tener fin. Esta atrocidad institucionalizada sigue dividiendo sus comunidades, familias, la sociedad, e incluso la iglesia.

Escribo este texto para relacionar los ultimos acontecimientos a mi primer texto que lo publiqué aquí en mi blog con el siguiente título: “El silencio que hiere: la omisión y el desmentido en casos de abusos psicológicos y sexuales.” En el texto (bastante técnico) intenté explicar el concepto del DESMENTIDO o NEGACIÓN (Verleugnung) del psicoanalista Sándor Fereczi como estando en la base de la experiencia de revictimización. (recomiendo que lo leas)

Éste es un fenómeno muy presente en la historia de traumas replicados y promovidos por el Sodalicio, a través de la persona del fundador Luis Fernando Figari, pero no solo por él. Toda la generación fundacional estuvo marcada por la dinámica de abuso y negación. Desde sus inicios estuvo instaurada la dinámica de realizar actos ilícitos y luego involucrar a las personas en la lógica y prácticas de desmentir y descreditar a la gente, perpetuado un sistema de complicidad y encubrimiento. Fue en este clima socio emocional tóxico donde se estructura la supuesta espiritualidad sodálite.

Escribo este análisis desde la perspectiva psicológica y psicoanalítica, con base en el pensamiento desarrollado en mi artículo, pero principalmente a partir de mi experiencia como sobreviviente.

Sí, somos sobrevivientes, como los viejos veteranos de guerra, regresamos de las batallas traumatizados, algunos enmudecidos y ya no queremos ser soldados. En este sentido, sabemos que, a pesar de la dimensión de lo irrepresentable traumático, muchos de nosotros hemos puesto palabras rechazando ser silenciados en nuestras narrativas. La apuesta por tratamientos terapéuticos, manifestaciones culturales literarias o artísticas, investigaciones periodísticas y otras labores son los medios que muchos de nosotros hemos utilizado en esta trayectoria para resistir al mutismo que se nos imponía, ya sea por subordinación a la institución o por el síntoma paralizador del trauma. Esta reflexión que hago ahora es fruto del compromiso ético con mi historia, así como con la de otras víctimas, por quienes me atrevo a alzar la voz.

Detrás de la apariencia de orden civilizatorio y religioso, se encontró en el seno fundacional del SCV un funcionamiento utilitario y perverso de niños y personas adultas, a veces para sus finalidades inmediatas de satisfacción sexual, a veces en la apropiación de la vida, las conciencias y el trabajo de tantas personas en nombre de la ‘evangelización’, que en el fondo hoy nombramos proselitismo y manipulación de masas en función de intereses políticos y económicos como lo explicó de forma muy clara el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio en su reciente artículo para El País.

Lo que queda claro para mí es que, así como abusaron de la conciencia de personas comunes, niños, ancianos y jóvenes, en ellas también abusaron de la propia Iglesia, sus representantes, sus dogmas y sacramentos. Se apropiaron de lo sagrado para disfrazar sus finalidades abusivas. En nombre de Dios realizaban actos desprecibles.

Sucede que, tras la potente denuncia e insistente voz de Pedro Salinas y Paola Ugaz, su audacia investigativa JUNTO a la persistencia de las víctimas en no dejarse callar, la Iglesia accedió a darnos oído y acogida. Las instancias y metodologías seguras creadas por la misión SB parecen haber incomodado y mucho a los superiores del sodalicio.

En los últimos dias hemos sido testigos de un movimiento alarmante que busca silenciar las  investigaciones. Esta iniciativa, que busca sacar a la luz los casos de manipulación y abuso sexual en el Sodalicio de Vida Cristiana, no es solo una búsqueda de justicia; es un intento de curar heridas que la sociedad se niega a enfrentar. Sin embargo, la resistencia a cualquier investigación revela una preocupación mayor: preservar las fuentes y el destino del dinero de la institución y a la vez borrar una historia que debe ser recordada y discutida, caiga a quien caiga.

Lo que vengo a enfatizar aquí y que ha sido motivo de mi preocupación y necesidad de manifestación, es que LA NEGACIÓN sigue siendo padrón de comportamiento, vigente y bajo efecto de difusión en diferentes ámbitos de la sociedad en el momento presente. Por decir algunos:

1. Negacionismo de los acusados: postura de no reconocimiento o de relativización y minimización de sus propios actos, eximiéndose de sus faltas, fallas, excesos y omisiones en el transcurso de su paso por la institución hasta las recientes declaraciones finales tras haber sido expulsados y

2. Negando aceptar la determinación de expulsión de la institución, mostrándonos sus discursos y posturas de insubordinación a los métodos investigativos y dictámenes sancionados por la propia Iglesia Católica.

3. Negación y divisiones por parte de sectores de la sociedad civil y de feligreses católicos aún vinculados a esta institución. Silenciando y desmintiendo los innegables e indiscutibles crímenes perpetrados durante años por la institución, crímenes prescritos y crímenes en investigación, dificultados por parte del juego de influencias y poderes que la propia institución promueve y de los que muchos de estos vinculados serian cómplices o partícipes de beneficios secundarios obtenidos en y a través de la institución.

4. Negación y conflictos por parte de clérigos y líderes eclesiásticos que pueden temer que la misión exponga casos de abuso en sus diócesis, lo que podría llevar a consecuencias legales y una pérdida de poder e influencia.

5. Negación por parte de organizaciones políticas: Algunos grupos políticos se oponen a la misión por creer que interfiere en sus agendas o por temer que la misión pueda crear inestabilidad social y conflictos de intereses.

6. Negación por parte de algunas víctimas que prefieren hablar apenas de las versiones parciales que privilegian algunos de los acontecimientos para proteger las espaldas a unos u otros, olvidándose que somos responsables por los daños generados a otras personas en este sistema de contagio. Que algunos sean víctimas y victimarios no los dispensa de sus responsabilidades con otras víctimas.

Lo que vengo a resaltar es que este movimiento de negación, presente desde la fundación de la institución investigada por la misión SB hasta el día de hoy, tipifica el modus operandi de desmentir con indiferencia al sufrimiento de las víctimas. Enfatizo que ahora, una vez más, están negando aquella que sería su propia autoridad. Si la misión SB quiere investigarlos y reparar, cuidar a las víctimas, y las autoridades del SVC se mantienen en el discurso de que están siendo injustamente tratados, mantienen con esta postura la negación de lo ocurrido y continúan promoviendo dentro y fuera de la institución una fuerte división e intensos conflictos; postura completamente opuesta a la que dicen defender. Esta evidente que hay aún una profunda identificación abusiva, prepotente y autoritaria con la personalidad de su fundador y primer agresor.

Quiero recordar al lector la escena en la que la periodista Paola Ugaz pregunta en Roma al propio Luis Fernando Figari sobre los delitos cometidos y él responde que es inocente, pero si se observa con atención, su gesto con la cabeza es de negación (https://www.youtube.com/watch?v=3o4JkM08x-4). Ella pregunta: ‘- ¿se declara inocente?’ Figari responde a la periodista: ‘- Sí, me declaro inocente, ¡totalmente inocente!’ Fíjese que mientras afirma esto con la palabra, mueve la cabeza en gesto de negación en contradicción con su palabra. Esa es la verdadera negación de Figari, paso seguido niega la existencia de las víctimas: ‘-si es que hay víctimas.’ En este diálogo su cuerpo revela, a través del gesto inconsciente de negar su inocencia, el ‘acto fallido’ (el conocido desliz freudiano) en su máxima expresión para aquel que puede ver la verdad sutilmente desvelada ante sus ojos. Para mí, ese gesto comunica por sí solo lo que vengo argumentando. 

Es necesario rechazar la continuidad de este proceso de revictimización. Apostamos esperanzados, una vez más, conforme a las reglas y cuidados de la Misión SB, a abrir nuestras viejas heridas, relatar las escenas traumáticas vividas en la institución, ¿para que, por parte de la institución, todo vuelva a ser relativizado y negado? ¿Y ahora, las autoridades del sodalicio continuarán en silencio tras escuchar los discursos flamigerados de uno de los miembros expulsados que insinúan descrédito y desmoralización de las autoridades eclesiales? ¿Ahora están negando la autoridad máxima de la Iglesia? Este comportamiento culmina en lo que vengo aquí relatar: Trauma colectivo y negacionismo institucionalizado.

No estoy para la revictimización. Soy una sobreviviente y mi vida ya está muy lejos de todo eso. Ojalá Francisco pueda elucidar el desmentido institucionalizado, confirmar que cada una de las víctimas estaban lucidas en rechazar este maltrato.

La misión "Scicluna-Bertomeu" es crucial no solo para la Iglesia Católica, sino también para la sociedad civil peruana y de toda América Latina, que anhela justicia y sanación. El éxito de esta misión puede allanar el camino hacia una mayor responsabilidad dentro de la Iglesia y un reconocimiento más profundo del dolor de las víctimas. La Iglesia parece querer interrumpir un ciclo de abuso y así realizar una reparación histórica no solo a las víctimas, sino a toda la humanidad.

De mi parte nunca necesité pedir reparación económica por los traumas y violencias graves vividas, me retiré física y emocionalmente con recursos próprios pero si solicité en conversaciones privadas un pedido personalizado y público de disculpas por los abusos sufridos. Ese pedido nunca llegó. La institución parece contar cómodamente con su disolución por parte de la Iglesia para que no tengan que responsabilizarse ni moral y mucho menos economicamente por los daños a las víctimas delante de la sociedad. Parecen preferir su extinción a reconocer la Verdad. Literalmente: negarán sórdidamente hasta el fin.

 

Camila es educadora, psicóloga, psicanalista, esposa y madre. Sobreviviente de la cultura de abusos del SCV.

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